21 ago 2021

Una nueva Constitución, el despertar de Chile

 El colapso del (des)orden neoliberal, América Latina en llamas.


El próximo 4 de julio se dará cita la Convención Constitucional que redactará la nueva carta magna del vecino país.

 

La semana entrante, el día 4 de julio de 2.021, se dará inicio a las sesiones para redactar el nuevo texto de la Constitución en Chile; día coincidente con la conmemoración de los 210 años desde la instauración del primer Congreso Nacional en ese país.

El proyecto normativo, tendrá un plazo de hasta un año para ser escrito; se ha previsto un trabajo de 9 meses, que pueden ser prorrogables por 3 meses adicionales; luego el texto definitivo será sometido, por Referéndum, a votación popular de carácter obligatoria, para su aceptación o rechazo.

La nueva constitución, será la primera en ser escrita por representantes de la ciudadanía elegidos de manera democrática, y reemplazará la actual, que fuera promulgada en 1980, durante la dictadura de Pinochet.

Si bien la carta magna ha sido modificada en 31 oportunidades, las mayores reformas fueron las de los años 1989 y 2005; donde en la primera se establecieron las leyes de amarre, y, la segunda, puso fin los cargos vitalicios y designados de senadores, la inmovilidad de los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, y dejó sin efecto otras normas establecidas por la dictadura.

En esta ocasión, la demanda social es tener una nueva constitución, redactada de cero de manera completa, que no termine siendo una mera reforma de la existente, o solo simples cambios estéticos, que no modifiquen cuestiones de fondo.

El proceso comenzó con un plebiscito, en octubre de 2020 donde el 78% de los votantes reafirmó la necesidad que la misma sea llevada a cabo mediante un órgano donde los representantes sean en su totalidad electos de manera democrática, y no por los actuales parlamentarios.

 

El llamado a conformar la Convención Constitucional.

El proceso electoral se llevó a cabo el 15 y 16 de mayo de este año, donde la ciudadanía chilena pudo elegir de entre casi 1300 candidatos a los miembros de la Convención Constitucional, que serán los encargados de escribir el nuevo texto.

La conformación de este cuerpo es algo inédito a nivel mundial, debido a su carácter igualitario e inclusivo, ya que contempló, en la composición de listas, la paridad de género y 17 escaños se reservaron para representantes de comunidades aborígenes.

El órgano constituyente quedará conformado por 78 varones y 77 mujeres. Es destacable, que la edad promedio de quienes resultaron electos es de 45 años, y al menos 6 personas pertenecen a la comunidad LGTBI.

En las listas, irrumpieron gran cantidad de candidaturas independientes, de personas que no responden a partidos políticos tradicionales, ni pertenecen a la casta política chilena. Se trata de líderes territoriales ambientalistas y feministas, que surgieron con las protestas populares de 2019 y 2020, y que ocuparán 48 de los escaños de la asamblea.

Estos resultados expusieron el potencial de las movilizaciones sociales, en cuanto a la cantidad y diversidad de grupos que buscaron expresar estas demandas; y también, su lado débil, al no poder reconocer esta capacidad en una figura o líder político.

Lo que quedó demostrado, es la gran desconfianza de la ciudadanía en los partidos políticos tradicionales como canalizadores de sus reclamos, y el sentimiento general de repudio a la casta política chilena.



Para aceptar el llamado a la Convención Constitucional, desde los sectores de derecha, se había puesto como condición, a las fuerzas parlamentarias opositoras, la regla de los dos tercios, tanto, para lograr el quórum, como para poder aprobar los contenidos de la nueva carta magna; y, por otro lado, respetar la intangibilidad de los tratados comerciales existentes, ratificados por Chile.

Esto fue denominado “Acuerdo por la paz”, y luego de la elección ha sido puesto en debate público, debido a que varios convencionalistas han brindado declaraciones llamando a «hacer efectiva la soberanía popular de la constituyente», en referencia a las reglas de funcionamiento impuestas a la convención. Por el contrario, voceros oficialistas sostienen que las reglas habían sido aceptadas por la ciudadanía cuando se realizó el plebiscito en octubre del año pasado.

De esta manera, el gobierno y sus aliados, se aseguraban el control del proceso asambleísta, de haber contado con el 35 o 40% de la votación popular; sin dudas, los resultados electorales fueron un duro revés para Piñera y la derecha, en cuanto al sostenimiento del sistema económico neoliberal de gobierno, que en Chile data desde el año 73.

La suma de los escaños de independientes (48) y las listas de la oposición Apruebo Dignidad (28) y Lista del Apruebo (25), supera los dos tercios necesarios tanto para el quorum, como para el tratamiento de temas.

La Lista Vamos por Chile apoyada por el presidente Piñera, que representa la derecha oficialista, se queda con 37 escaños, bastante lejos de los necesarios para poder controlar el contenido de la nueva constitución, o, vetar artículos.

 

Elecciones de gobernaciones, alcaldías y concejalías.

La elección de delegados para la Convención Constitucional, incluyó además la de cargos a gobernadores, alcaldes y concejales, en las cuales la derecha fue derrotada en municipios emblemáticos que funcionaban desde hace tiempo como sostén del gobierno.

El oficialismo pierde las municipalidades de Santiago, Viña del Mar, Ñuñoa y comunas importantes como la de Maipú y Valdivia.

A diferencia de la elección de convencionales, en la de concejales municipales no se permitió la presentación de listas independientes, con lo cual los electores tuvieron que optar por alguno de los signos partidarios tradicionales.

En la elección de convencionales, se constató la real pérdida de votos de los partidos tradicionales, a favor de las candidaturas independientes y de pueblos indígenas, que rondó en los 2 millones 500 mil votos.

La participación ciudadana en las elecciones fue bastante baja, hubo un 60% de ausentismo considerando el total de electores según el padrón; votando un 10% menos de personas que lo habían hecho en el plebiscito de octubre pasado.

Se especulaba que la baja participación de los comicios favorecería a la derecha, debido a que los mayores porcentajes de votación se constataban en las comunas ricas; pero resultó la peor elección que tuvo la derecha desde 1965, a punto tal que la Democracia Cristiana solo contará con 3 representantes constitucionales. 

 

La realidad chilena.

Sin dudas la ciudadanía chilena ha mostrado su disgusto en esta votación con el gobierno de Piñera. Algunas de las razones que se analizan, son por un lado la deficiente atención y gestión durante la Pandemia por covid19, y, por otra parte, la brutalidad y el uso de la fuerza represiva en el control de las protestas ciudadanas que comenzaron en octubre de 2019.

Estos reclamos populares en contra del gobierno, surgieron como manifestaciones aisladas en las principales ciudades de Chile, convocadas por grupos de estudiantes que se quejaban por la suba de la tarifa del transporte fundamentalmente, y de otros servicios como agua, combustible, luz y alquileres.

Estas protestas que se sucedieron desde entonces y durante el 2020, fueron controladas mediante el uso brutal y desmedido de la fuerza pública y desataron la reacción en masa del pueblo chileno, que, oprimido por las políticas neoliberales desde hace décadas, salió a las calles a lo largo del país, haciendo que su grito traspase las fronteras y se escuche en todo el planeta.

Al respecto, Isabel Allende escribió lo siguiente:

“En Chile, que supuestamente goza de estabilidad, han estallado graves protestas populares con actos de destrucción y pillaje. Son la expresión iracunda de un pueblo frustrado. Esta crisis no se resuelve con los militares en la calle, se requieren cambios profundos. El sistema neoliberal basado en el lucro ha vendido o privatizado todo: la educación, la salud, el agua, el gas, el transporte colectivo, etc. La desigualdad social y económica es vergonzosa. La gente está enfurecida por los sueldos de hambre y el costo de la vida, que obliga a la gran mayoría a vivir a crédito o en la pobreza, mientras los ricos viven en su burbuja, evadiendo impuestos y acumulando más y más. Esto inevitablemente crea violencia y en algún momento estalla. Así han comenzado todas las revoluciones.”

En un país capitalista periférico como Chile, el desarrollo de las capacidades productivas se ha visto truncado por la permanencia del modelo productivo extractivista, con gran impacto no solo en lo ambiental, sino en las condiciones salariales y laborales de sobreexplotación impuestas por empresas de carácter extranjero.

En referencia a las privatizaciones de la explotación de cobre, esta ha aumentado exponencialmente desde la dictadura. Antes, solo el 13% de la producción estaba en manos de privados; hoy el 70% es realizada por empresas privadas.

Un servicio básico como lo es la provisión de agua potable, se transformó en un gran negocio oligopólico, donde el 97% de los consumidores pagan altas tarifas por el suministro a privados, debido a la venta de empresas, por parte del Estado con la venia del Congreso Nacional.

La ideología liberal chilena, las imágenes de éxito del sistema político y económico difundidas desde los medios de comunicación, y las relaciones de poder instituidas y fomentadas por la elite empresarial, fueron perdiendo su brillo ante las consecuencias palpables de dicho modelo.

Los grandes beneficiados han sido solo los inversionistas, muchas veces favorecidos por la corrupción de la casta política, que se han constituido como una minoría cada vez más rica y poderosa; todo ello a costa de la decadencia en la prestación de servicios básicos para las mayorías como son la salud, la educación y la seguridad social.

No hay que dejar de considerar que Chile, a nivel mundial, es uno de los países que tiene los índices más elevados de endeudamiento de hogares.

Como consecuencia de todo ello, las personas que pertenecen a sectores populares poseen trabajos precarizados, con sueldos por debajo de los índices de pobreza, están altamente endeudados y sin posibilidad de acceder a servicios básicos que se encuentran privatizados.

 

El futuro mediato.

El país está en una gran crisis política y social donde, la desigualdad de clases es abismal, con mucho descontento por parte de la ciudadanía, que ha visto en las manifestaciones populares la posibilidad de demostrar su enojo, y hacer escuchar sus reclamos.

Debemos observar que muy pocos Convencionalistas han planteado la necesidad de una verdadera reestructuración del sistema capitalista neoliberal imperante, con un control de la explotación de las riquezas naturales, y de los precios de servicios básicos.

La mayoría de las posturas de los independientes son más bien sectorizadas, a favor de la mejora de los sistemas de salud y educación, del sistema previsional, de cuestiones ambientales, de igualdad de género y diversidad, o atención de demandas históricas de comunidades indígenas.

Los discursos pueden ser de ideas antineoliberales, pero no están cerca de ser anticapitalistas, en este país donde, todo un pueblo, pone sus sueños y esperanzas en una nueva constitución, que abra el camino a un nuevo comienzo, con más igualdad, más democracia, mayor bienestar y dignidad.

 



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