8 sept 2021

Deconstruir el discurso

El 28 de junio se conmemora en nuestro país y el mundo el Día del Orgullo LGBTIQ+. Un día de visibilidad y lucha por la conquista de derechos para lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros, transexuales, travestis, intersexuales, queers y otras disidencias.


En este marco, considero que es un día oportuno para hablar acerca del lenguaje no sexista o inclusivo, su uso, su resistencia, y su total rechazo por gran parte de la comunidad, así como de la Real Academia Española.

El lenguaje inclusivo, o no binario, comienza a circular informalmente entre grupos de jóvenes y, luego, entre integrantes de movimientos feministas y de diversidad sexual y género, a modo de poner en evidencia las desigualdades y exclusiones que produce el sistema patriarcal-heterosexual, al invisibilizar en el discurso público a mucho más de la mitad de la población.

Santiago Kalinowski, director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras sostiene que "El lenguaje inclusivo es una intervención del discurso público que busca crear en el auditorio consciencia acerca de la persistencia de una injusticia social".

Una vez más, el lenguaje es un reflejo de lo que pasa en nuestra sociedad. Hoy si pensamos y hablamos dentro de un esquema binario, donde sólo existe el masculino o femenino, dejamos afuera a muchas personas que no se sienten representadas en ese binomio, sea desde su identidad de género o sexual.

Entonces, por respeto y reconocimiento a millones de seres humanos, no les parece que debemos dejar de lado esas miradas o preguntas que incomodan como: ¿qué sos?, ¿nena o nene?, ¿hombre o mujer?

La discusión sobre el uso de un lenguaje inclusivo, no sexista, está presente y viva. En los medios ya hay debates sobre si vino para quedarse, si será aceptado por la RAE, algo que considero improbable, pero, lo más importante, si logrará que una parte considerable de nuestra sociedad deje de verlo como repulsivo o una aberración.

Lo cierto es que el uso de la -e, para no denotar género, se va abriendo camino de a poco y en lugares de no menor trascendencia. Así, el lenguaje inclusivo, se escucha en las escuelas, universidades, lo vemos en formularios de organismos públicos, lo usan cronistas en algunos medios, llegó a las bancas del Congreso Nacional y Provincial y hasta Casa Rosada, porque tenemos un presidente que lo adoptó en sus mensajes a la población.

La tarea de deconstruir el discurso público es ardua, y resistida, y sabemos que con solo eso no alcanza para desterrar las injusticias o desigualdades sociales que existen en el mundo actual, pero también sabemos que lo que no se nombra pareciera que no existe.

Por esto, la propuesta que quiero acercarles, desde este espacio, es que hagamos el intento de comunicarnos con un lenguaje no sexista, para que al menos, comencemos a reparar tantos años de discriminación, de condena social, y demos fin a esas historias llenas de vergüenza, culpa y sufrimiento, por no encajar, por no ser como lo que la sociedad espera que seamos.








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