Hace años, desde organismos internacionales y colectivos locales de comunicadoras, se viene alertando por la desigualdad de género en los medios de comunicación y trabajando en la planificación de acciones para la lucha contra el sexismo, la violencia simbólica y mediática, los estereotipos de género, y las condiciones desiguales de trabajo que se ven en los medios.
La realidad nos muestra que tanto en radio, TV, portales web, como periódicos, los principales periodistas son varones, las pocas mujeres que hay llegan a un escaso 30% y ocupan roles secundarios, siendo las personas trans y lesbianas visibles contadas con los dedos de una mano.
Si consideramos que la mitad de la población son mujeres, estos datos deberían llamar nuestra atención. ¡Pareciera que no hay periodistas mujeres, ¿no?! Pero, curiosamente, estudios realizados en 2018, por Fundeps y Comunicación para la Igualdad, muestran que las mismas representan el 64% de quienes se gradúan en carreras de comunicación, y esto, lo podemos ver con solo recorrer los listados de alumnos y alumnas que cursan esta carrera.
Ahora bien, la brecha entre ese 64% de graduadas y el 30% de trabajadoras que hacen reportes informativos, responde a la división sexual del trabajo, porque el sistema impulsa a las mujeres a ocupar roles de cuidado y reproductivos, y a descuidar su desempeño profesional. Es algo que se da en todos los órdenes, y particularmente en trabajos masculinizados como el periodismo.
En referencia a la ocupación de puestos jerárquicos en empresas de medios, la brecha de género crece; el 78% está dirigida por varones, y que además son los dueños de los medios; solo hay 11 accionistas mujeres, muchas de ellas con relación de parentesco en la propiedad de estos.
Datos similares encontramos en los sindicatos de prensa, donde el 70% está dirigido por hombres. Seguramente, en base a estos datos, Comunicación por la Igualdad resume en una frase toda su investigación: «muchas estudian, menos trabajan y muchas menos se sindicalizan”.
En el ámbito de la prensa gráfica la situación empeora. En 2019 Delegadas Página/12 publicó una investigación que revela que, del total de trabajadores en relación de dependencia en ese diario sólo 1 de cada 4 son mujeres, lo que sería el 25%. Y representan la mitad del total de colaboradores/as externos (freelance), por tanto, aquí la ocupación de mujeres en estos puestos va de la mano de una mayor precarización laboral.
Respecto a la participación de personas trans, el mismo estudio señala que solo escriben en los suplementos de género y diversidad (Las 12 o en Soy) y no pertenecen al personal de planta permanente del diario, solo colaboran.
Y esta disparidad en la planta del personal de los diarios, se traslada a los contenidos. Así el porcentaje de mujeres que firman columnas de opinión en los principales diarios, Página 12, La Nación y Clarín, va del 12 al 33%.
¿Y cuál es el panorama en la radio? En este ámbito, hay un monitoreo realizado por Nos Quemaron por Brujas, que es un programa radial feminista, en el que los datos no difieren de la generalidad que se describió anteriormente. En radio, mujeres, lesbianas, travestis y trans conducen solo el 31% de los programas más escuchados, tanto en AM como en FM.
La disparidad también opera sobre los temas y contenidos que mujeres y varones tratan al aire: solo 1 de cada 7 columnistas de política y economía es mujer; por otro lado, el rol que mayoritariamente se les asigna en los programas de la primera mañana, llegando a ocupar casi el 100%, es el de locutora, donde sus tareas se reducen a anunciar la hora, el clima, datos del tránsito, las vías de contacto radial y las pautas publicitarias.
Donde sí vemos algo de paridad, es en las presentadoras en TV, que llegan a cubrir el 44%; pero con algunas particularidades que no pueden dejar de mencionarse, por ejemplo: en ellas predominan las presentadoras jóvenes y, después de los 65 años desaparecen de los programas, trátese de reporteras o presentadoras (salvo excepciones como Mirtha o Susana); mientras que, en ellos la edad promedio llega a los 50 años.
En relación con este aspecto, observamos como hay cierto canon de belleza hegemónica, cierta estética, que se exige a las mujeres que están en pantalla. Contrariamente, vemos a conductores gordos, pelados, con arrugas y de más de 60 años.
Esto es algo que se da diariamente y de manera naturalizada. Los cuerpos de las mujeres están sometidos a escrutinio público de terceros de manera permanente, y, específicamente en los medios, se van predeterminando roles sobre lo que podemos o no hacer. Por ejemplo, es común que las mujeres aparecen cuando hay temas directamente relacionados con “la agenda de mujeres”.
Al respecto, la presidenta de Radio y Televisión Argentina, Rosario Lufrano, recordaba que años atrás, “Cuando a una mujer se la convocaba para co-conducir en un noticiero de televisión se le pedía que casi sea un adorno (...) somos una generación que rompió con eso, que mostró que pensábamos y ahí empezaron a preocuparse”, y señalaba que, aunque se han logrado muchas conquistas, el patriarcado y el machismo sigue imperando en los medios.
Tampoco predominan en la tele distintos tonos de piel, ni personas con discapacidad, ni otras identidades que salgan del binarismo varón y mujer. Es decir, no hay diversidad en las pantallas.
En función de estos datos abrumadores, durante el año 2019, periodistas feministas lanzan en las redes la campaña “Faltamos en los medios” abriendo la discusión pública del tema en torno a: ¿Quién habla? ¿Quién cuenta la historia? ¿Qué voces y qué cuerpos están autorizados a decir?
Luego de esta movida, en el ámbito parlamentario nacional, se llega a la conclusión que es necesaria una ley de paridad de género y equidad en los medios para revertir este panorama; del mismo modo que fue necesario primero el cupo femenino, y después la ley de paridad para favorecer el ingreso de mujeres en las bancas legislativas y cargos electivos.
Los ejes en discusión son tres: una representación justa en cargos, pantallas y micrófonos; protocolos de actuación en casos de violencia de género, y capacitaciones en género para evitar estigmatizaciones y discriminación en la construcción de las noticias y la cobertura de la información, tal como lo establece la Ley Micaela.
A principios de octubre de 2020, el Senado da media sanción al Proyecto de Ley de Equidad en Medios de Comunicación, en una sesión histórica, ya que, de un cuerpo de 72 integrantes, el proyecto contó con 61 votos afirmativos de quienes estaban presentes, es decir, fue aprobado por unanimidad, sin votos en contra ni abstenciones.
El proyecto contó con el apoyo y el impulso del colectivo Periodistas Argentinas, y busca promover la equidad en la representación desde una perspectiva de diversidad sexual en los servicios de comunicación, cualquiera sea la plataforma utilizada.
La norma establece que los servicios de comunicación operados por prestadores de gestión estatal quedan sujetos al régimen obligatorio. Hasta que la equidad en la representación sea garantizada, los puestos de trabajo en dichos medios serán cubiertos de manera progresiva y no se afectarán los cargos originados, ni los concursos convocados con anterioridad a la entrada en vigor de la ley.
Para los prestadores privados, con o sin fines de lucro, se propone un régimen de promoción mediante el cual se emitirá un certificado de equidad. Dicho certificado dará preferencia en la asignación de publicidad oficial.
La ley fue aprobada en junio de 2021 por la Cámara de Diputados, pese al lobby de legisladores para vaciar la sesión y las presiones de los grupos mediáticos.
Argentina es el primer país del mundo que cuenta con una ley de paridad en medios de comunicación. Un hecho histórico, poder contar con una normativa impulsada por comunicadoras feministas.
En nuestra provincia, también se avanzó en similar sentido. A fines de octubre de 2020, la Diputada Lucila de Ponti, presenta un proyecto de ley de Perspectiva de Género en los medios de comunicación. La propuesta fue trabajada desde Casa Patria Rosario, con la participación de la senadora nacional María de los Ángeles Sacnun, docentes, investigadoras, realizadoras audiovisuales y periodistas.
La norma establece la capacitación en género de quienes ocupan cargos directivos en los medios de la provincia o que cumplen funciones en la producción de contenidos; promueve la ocupación de espacios de toma de decisión y de producción de manera proporcional por parte de mujeres y disidencias; y busca eliminar la violencia mediática.
Así mismo, propone, por un lado, la creación del Observatorio de Mujeres y Disidencias Sexuales en medios de comunicación, para recabar estadísticas e indicadores sobre la situación laboral de mujeres y disidencias en los medios, que sirvan de base para la adopción de políticas públicas. Por otro, implementa el Registro de Trabajadores y Trabajadoras de la Comunicación y Producción Audiovisual, que funcionará de manera articulada junto al mencionado Observatorio, promoviendo la participación igualitaria.
Para ir finalizando, podemos decir casi con certeza, y en función de lo que ha sucedido con otras leyes, que las normas son herramientas de las que podemos valernos para ir accionando desde diversos ámbitos para asegurar la igualdad de oportunidades entre géneros, pero, sabemos bien que dictar la ley no cambia la realidad.
Los medios de comunicación son un reservorio de viejos valores y no han modificado sus estructuras al ritmo de la revolución social que provocó el movimiento feminista. El patriarcado se apoderó, no solo de los cuerpos, sino también, de la voz de las mujeres y diversidades.
Por tanto, hay que analizar con mirada crítica de qué manera es tratada la información, cuáles son los estereotipos de género sobre los que se estructuran las noticias, y dar la discusión acerca de quiénes son las voces autorizadas para decir e informar. Porque desde los medios se construye sentido y se forma opinión pública.
Tenemos un gran desafío por delante para instaurar la perspectiva de género en la comunicación mediática, redistribuir la palabra y lograr un periodismo libre de sexismo y violencias, frente y detrás de las cámaras, con micrófonos encendidos o apagados.
También sabemos, que ante nuestros reclamos seguramente nos dirán: que los cambios culturales son lentos; que falta un siglo para que a lo mejor la equidad de género sea una realidad mundial; que porqué perder el tiempo con estas cosas cuando hay causas más urgentes por las que luchar; o el típico “gánense los lugares como nosotros”. Seguro alguno escucharon... ¿verdad?
Pero, nos encontramos ante la posibilidad de un gran cambio social y cultural, porque es mentira eso de “calladitas nos vemos más bonitas”; la mujer empoderada en sí misma, es dueña y partícipe de sus sueños; y, además, es un tiempo en que nos toca ser protagonistas de la historia, por tanto, no vamos a quedarnos sentadas esperando a que esto suceda.
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